domingo, 28 de septiembre de 2014

La rutina (reflexión)

Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos ellos. Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cual era el propósito.

Cuando estuvieron todos, habló el Odio y dijo "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".

Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el odio el que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien; sin embargo, todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de matar para que el odio los necesitara a todos.

¡Quiero que maten al Amor! dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno le tenía ganas.

El primer voluntario fué el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".

Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron muy decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia el amor la superaba y salía adelante".

Fué cuando muy diligente se ofreció la Ambición, que haciendo alarde de su poder dijo: En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder, eso nunca lo ignorará".

Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima, quién efectivamente cayó herida, pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas, situaciones para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.

Pero el Amor confundido lloró, y pensó que no quería morir y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.

Año tras año, el odio siguió en su lucha enviando a sus mas hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No hay nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".

De pronto, de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido y que vestía todo de negro con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte: "Yo mataré al Amor" dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendia hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo "ve y hazlo".

Tan solo había pasado algun tiempo cuando el odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles, despues de mucho esperar, que por fin EL AMOR HABIA MUERTO.

Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego al Amor, totalmente muerto y destrozado" y sin decir más se marchó.

¡Espera! dijo el Odio, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres? El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: SOY LA RUTINA.

viernes, 20 de junio de 2014

Dios, amparo y fortaleza

"Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones"  (Salmo 46.1). 

En el Salmo 90, Moisés escribe: Señor, tú nos has sido refugio en generación y en generación. Esto lo dice por la experiencia y la presencia real de Dios en el pueblo de Israel durante la peregrinación en el desierto; esa misma experiencia tuvo el rey David al ser perseguido por Saúl y tuvo la bendición de ser amparado por Dios, él recurrió muchas veces buscando auxilio cuando estaba en peligro.

Dice en el Salmo 70: "Oh Dios acude a librarme; apresúrate, oh Dios, a socorrerme".

Cuántas veces estos y muchos otros hombres de la Biblia clamaron a Dios buscando amparo y refugio y lo encontraron;  qué maravilloso es vivir o tener esa experiencia con Dios, cuando él se manifiesta en nuestra vida dándonos auxilio, y siendo de esta manera tan real, que lo sentimos a nuestro lado.

Cuando el cuerpo se siente cansado o agotado, ya por los años o por una enfermedad, Dios es la fortaleza dando salud, sosteniendo las rodillas paralizadas, por eso el mismo salmista dice: Inclina, oh Jehová tu oído, y óyeme; porque estoy afligido y menesteroso" (Salmo 86.1). Qué bendición tienen todos aquellos que, no encontrando humanamente alivio a sus problemas o dolores, pueden acudir a Dios que todo lo puede, para suplicar sea propicio a sus sufrimientos y tienen alivio.

Amado Lector: Tú también  cuando te sientas agobiado por los problemas de la vida, tu situación difícil o una enfermedad incurable que te sentencia a muerte, puedes encontrar en Dios respuesta si le buscas por medio de su Hijo Jesucristo, y te da la garantía de poderte acercar a él como tu Padre celestial, EN DONDE ENCONTRARÁS REFUGIO, FORTALEZA Y CONSUELO. 

sábado, 24 de mayo de 2014

Jesús, perdonador de pecados

En el Evangelio de Mateo encontramos una historia de un paralítico que fue traído en una cama hasta donde estaba Jesús, Y viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: confía, hijo; tus pecados te son perdonados. 

Al oír esto uno de los fariseos, dijo: Este blasfema. 

Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones? porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice al paralítico): levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. (Mateo 9. 2- 6).

Sin duda que el Señor ve lo que el hombre no ve, pues al tener frente a él al paralítico vio que su situación no solo era física, sino lo más importante era su estado  espiritual, por eso le dijo "Tus pecados te son perdonados", pues el Señor no solo vino a sanar o hacer milagros, sino a dar libertad a los pecadores. En cierta ocasión, dijo: "No he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento".

Qué bendición recibió aquel paralítico, al quitarle el Señor la invalidez y además quitar de su corazón la carga de pecados de quien sabe cuántos años.
     
Amado Lector: Jesús sigue hoy perdonando pecados y dando libertad de las ataduras de Satanás a todos los que como el paralítico, vienen a él.

domingo, 11 de mayo de 2014

Las maldades del corazón

“Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la insensatez" (Marcos 7.21,22).

Estas maldades las trae el corazón desde que somos concebidos por nuestros padres, así dice el Salmista: "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Salmo 51.5). Por eso el ser humano es malo por naturaleza.

El Apóstol Pablo nos dice una gran verdad: "Porque lo que hago, no lo entiendo; ni lo que quiero, hago; antes lo que aborrezco, aquello hago. Y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne) no mora el bien: porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo" (Romanos  7. 15,18).
             
Por eso Dios nos dice: "Dame hijo mío tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos" (Proverbios 23.26). Dios pide el corazón porque es el único que lo conoce y tiene el poder para limpiarlo de toda maldad; pues la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado (1ª Juan 1.7).

Amado Lector: Nunca podrás cambiar si no es por el poder de Dios, por eso es importante que le entregues tu corazón.

miércoles, 16 de abril de 2014

Una muerte planeada

Cuando el primer hombre pecó, Dios declaró el plan que él tenía para destruir a Satanás, quien había introducido por medio del hombre el pecado al mundo.

Por eso dijo: "Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3. 15). La simiente de la mujer sería la que vendría a destruir al diablo y su obra; esa simiente es Jesucristo.


San Pablo, en su carta a los Efesios, nos dice que fuimos escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1.4). Este es el plan de salvación que  Dios tenía y que lo había formulado desde antes de la creación; planeando la muerte de su Hijo unigénito Jesucristo, para derramar su sangre y con ella poder lavar los pecados de todos los que le busquen.

El profeta Isaías  lo dijo unos ochocientos años antes, hablando del Mesías, diciéndole "el Cordero de Dios" (Isaías 53.5).

El mismo Señor Jesucristo sabía a qué había venido al mundo, pues así lo dio a conocer a sus discípulos (Marcos 11.45).

Amado Lector:
La muerte de Jesús ya estaba determinada por el Padre, con un propósito eterno de bendición para los pecadores. No fue una muerte súbita ni accidental, fue planeada para salvación de los pecadores, entre los cuales estamos tú y yo.

sábado, 29 de marzo de 2014

Los llevados y los quedados

Hablando el Señor de su venida al mundo por los suyos, dice: “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada y la otra será dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado” (Lucas 17.34-36).

¿Qué nos enseña esto? En primer lugar que no todos serán llevados por el Señor, unos se quedarán y otros serán llevados, por la simple razón de que no estarán preparados.

Hay quienes no creen en esta doctrina conocida como el arrebatamiento, y se encargan de calificar como herejes a los que la creemos; pero la Palabra de Dios nos enseña lo contrario, en muchos pasajes se nos enseña que Jesús vendrá como ladrón en la noche, en otros nos dice que su venida será como el relámpago y San Pablo enseña por inspiración divina, que el Señor vendrá con aclamación y con trompeta de Dios, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero y luego que estén vivos, serán transformados y arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire (1ª Tesalonicenses 4.15-17).

Amado Lector:  Con esto entendemos que Cristo vendrá sorpresivamente a buscar a los que han sido salvos por su muerte en la cruz y le han aceptado como su Salvador personal. ¿Tienes la seguridad de que serás llevado? O serás uno de los quedados.

sábado, 22 de febrero de 2014

La profesión falsa de la religión

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” ( Mateo 7. 21).

Cristo muestra con un aclara amonestación, que una profesión exterior de la religión, por muy notable que parezca, no nos llevará al cielo. El Señor establece la siguiente norma: No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos”.

No sirve confesar a Cristo como Señor nuestro solo de palabra y con la lengua, y dirigirnos a él de esa manera, y profesar seguirlo de ese modo. ¿Podemos imaginarnos que eso es suficiente para llegar al cielo, o que Él que conoce y demanda al corazón, se va a contentar con meras manifestaciones sin realidad interior? 

¿Creen que tales cumplimientos tengan algún valor para Cristo? Para nuestra felicidad es necesario hacer la voluntad de Cristo.

¿Cuál es la voluntad del Padre? Es creer en Cristo, arrepentirnos de nuestros pecados, que vivamos una vida santa y que nos amemos los unos a los otros. En una palabra, su voluntad es nuestra santificación (1ª Tesalonicenses 4. 3). Decir y hacer son dos cosas distintas.

Amado Lector: Para llegar al cielo es preciso hacer la voluntad del Padre celestial, no nos engañemos con practicar una religión falsa.

sábado, 11 de enero de 2014

Por quiénes vino Jesús

Nuestro Señor Jesucristo fue claro al dar a conocer el propósito de su venida  al mundo: “Yo no he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5. 32).

Esta afirmación la hizo por la murmuración que los fariseos hicieron a los discípulos al comer con publicanos y pecadores, diciéndoles también que los sanos no tiene necesidad de médico sino los enfermos, haciéndoles ver que si permitía que los pecadores y publicanos se juntaran con ellos es porque por ellos había venido.

Una verdad que dice el Señor en su aclaración a los Fariseos es que no vino a llamar justos, por la sencilla razón de que no hay en el mundo ninguna persona justa. San Pablo a los Romanos afirma lo que el Salmista  escribe:  “No hay justo ni aún uno” (Romanos 3.10; Salmo 14.3).

"Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3.23).

El mensaje que el Señor da a los pecadores es la invitación al arrepentimiento, haciéndoles ver que para tener un encuentro con él hay que dejar la mala manera de vivir, dejar el mal camino que se lleva. El profeta Isaías dice: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a Jehová…” (Isaías 55.7).

Apreciable Lector: Jesús vino por los pecadores. Si tú eres uno de ellos ven a él y acepta su invitación al arrepentimiento.

viernes, 3 de enero de 2014

El pasar de los años

“Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer, que pasó, y como una de la vigilias de la noche. Háceslos pasar como avenida de aguas; son como sueño; como la hierba que crece en la mañana: en la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca” (Salmo 90.4-6).

El decir de muchas personas al terminar el año es: “¡Qué rápido se fue este año!”, y con toda razón, pues el escritor sagrado por inspiración nos hace ver el paso de los años. Una longevidad que nunca alcanzó el hombre, ya que el que vivió más años fue Mathusalam, 969, no llegó a los mil.

Agrega el Salmista: Como una de las vigilias, es decir una tercera parte de la noche, viene a ser como un torrente de agua; tan pronto como nacemos, comenzamos a morir y cada día que pasa nos acerca más a la muerte.

Nos arrastra como un torrente, es como un sueño, en otro sentido, podemos decir que es como los que sueñan, pensamos grandes cosas de nosotros mismos, hasta que la muerte nos despierta y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta.

Somos como la hierba o la flor de un día, lozanos en la mañana de la juventud y marchitos en la tarde de la vejez.

Por eso, amado lector,  el consejo del Salmista es: “Encomienda a Jehová tu camino y espera en él, y él hará”, (Salmo 37.5).