Nuestro Señor Jesucristo fue
claro al dar a conocer el propósito de su venida al mundo: “Yo no he venido a llamar justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Lucas
5. 32).
Esta afirmación la hizo por la
murmuración que los fariseos hicieron a los discípulos al comer con publicanos
y pecadores, diciéndoles también que los sanos no tiene necesidad de médico sino
los enfermos, haciéndoles ver que si permitía que los pecadores y publicanos se
juntaran con ellos es porque por ellos había venido.
Una
verdad que dice el Señor en su aclaración a los Fariseos es que no vino a
llamar justos, por la sencilla razón de que no hay en el mundo ninguna persona
justa. San Pablo a los Romanos afirma lo que el Salmista escribe: “No hay justo
ni aún uno”
(Romanos 3.10; Salmo 14.3).
"Por cuanto todos pecaron y
están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3.23).
El
mensaje que el Señor da a los pecadores es la invitación al arrepentimiento,
haciéndoles ver que para tener un encuentro con él hay que dejar la mala manera
de vivir, dejar el mal camino que se lleva. El profeta Isaías dice: “Deje el impío su camino, y el hombre
inicuo sus pensamientos y vuélvase a Jehová…” (Isaías 55.7).
Apreciable Lector: Jesús
vino por los pecadores. Si tú eres uno de ellos ven a él y acepta su invitación
al arrepentimiento.
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