En la primera parte de nuestro texto nos enseña la
Palabra de Dios que el cuerpo, el cual se sepulta, se vuelve polvo de donde fue
tomado (Génesis 2.7) y el espíritu se va a Dios.
Otra pregunta surge: ¿Todos los espíritus
de los que mueren van a Dios? El Señor Jesús narra una parábola conocida como
“El rico y Lázaro”, en donde contesta la pregunta diciendo: Y aconteció que murió el mendigo, y fue
llevado por los ángeles al seno de Abraham: y murió también el rico, y fue
sepultado. Y en el infierno alzó sus ojos, estando en los tormentos, y vió a
Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno, (Lucas 16.22,23).
Con esto vemos
que no todos los que mueren van a Dios. Unos van al seno de Abraham o el cielo donde
está y otros al infierno, lugar de tormento.
Otra pregunta que nos hacemos: ¿En verdad
vienen los muertos? En la misma parábola el Señor Jesús, hablando de la súplica
que el rico le hace a Abraham para que Lázaro vaya a refrescar su lengua con
agua, le dice: “Y además de todo esto, una grande sima está constituída entre nosotros
y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de
allá pasar aca”, (Lucas 16.24-26).
Por otra parte el Predicador dice que
los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben, ni tienen ya
más parte en este siglo, en todo lo que se hace debajo del sol (Ecclesiastés
9.5,6).