“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno
de gracia y de verdad” (Juan 1.14).
Estas palabras nos declaran la
encarnación del Hijo de Dios, el cual fue concebido por obra del Espíritu Santo
en el vientre de la virgen María, (Lucas 1.35).
La naturaleza humana con que el Verbo se
cubrió, es un hombre mortal con toda la humillación que la carne débil
comporta. En la carta a los Hebreos se nos dice, que así como los hijos
participaron de carne y sangre, él también (Hebreos 2.14).
El evangelista Juan nos asegura que el
mismo Verbo que era Dios, se hizo carne, se sometió voluntariamente a la
miseria y necesidades de la naturaleza humana, carne connota también al hombre
pecador y aunque Cristo no cometió jamás nada impropio, fue hecho pecado por
nosotros ( 2ª Corintios 5.21).
Amado Lector: Todo esto hizo Dios por amor a ti, a mí y por todos los pecadores, para darnos salvación y vida eterna.
Amado Lector: Todo esto hizo Dios por amor a ti, a mí y por todos los pecadores, para darnos salvación y vida eterna.