“Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados” (Salmo 32.1).
Sin duda que David tenía la experiencia
de lo que se siente ser perdonado por Dios; esta felicidad no consiste en la
posesión de los bienes de este mundo, sino en la misericordia de Dios, su
perdón, su gracia, y sus bendiciones espirituales.
Cuando leemos este Salmo, es como si se
nos dijera: El perdón del pecado es el fundamento de toda bendición del
pecador, pues es el privilegio fundamental del que fluyen todos los demás
ingredientes de su verdadera felicidad.
Cuando hay un verdadero arrepentimiento, también la rebelión es perdonada y se cancela su castigo, de forma que ya no pesa sobre el pecador la mano de Dios, es una cobertura del pecado de la misma forma en que se cubre la desnudez, para que no aparezca nuestra vergüenza (Apocalipsis 3.18).
Cuando se perdona el pecado, es
cubierto con la justicia de Cristo (2a
Corintios 5.21). Esto es no imputarse la iniquidad, no tenerse en cuenta la
maldad del pecador; y vive en paz con Dios y con su prójimo.
Amado Lector: Experimenta esta bienaventuranza, arrepintiéndote de todos tus pecados y viniendo a Jesucristo.
Amado Lector: Experimenta esta bienaventuranza, arrepintiéndote de todos tus pecados y viniendo a Jesucristo.